lunes, 6 de abril de 2009

Pfizer negocia con Nigeria un acuerdo extrajudicial por la muerte de 11 niños en ensayos clínicos ¿Qué pasaría si esto hubiera ocurrido en Europa?

¿Tal vez, en Londres, Berlín o Madrid? Leo un pequeño titular olvidado con un breve subtítulo de un periódico digital. Acabo de informarme sobre el terremoto de Italia y las 150 personas fallecidas, pero cuando bajo la mirada y leo que una gran farmacéutica negocia la muerte de 11 niños en Nigeria, se me estremece el cuerpo y me saltan las lágrimas. No existe mayor crueldad. Como madre, intento imaginar que utilicen a mi hija como cobaya y me la entreguen en brazos sin vida. Que me expliquen que mi hija ha sido un ensayo clínico que no ha funcionado. ¿Dónde están las madres de esos 11 niños? ¿Y dónde están los niños que no fallecieron pero sufrieron graves secuelas cerebrales? El llanto de esas madres de África traspasa el océano y las fronteras ¿Quién va a poner fin al dolor de los débiles?

Estamos en deuda con las madres de los niños sin nombre.


La mayor farmacéutica del mundo, Pfizer, negocia con el Gobierno de Nigeria un acuerdo extrajudicial para evitar un juicio por la muerte de 11 niños en el país africano en el ensayo clínico de un medicamento llamado Trovan. En un comunicado, la compañía señala que "estamos dialogando y hemos hecho progresos, aunque aún hay importantes cuestiones que deben ser resueltas antes de alcanzar un acuerdo final". El gigante farmacéutico pagará 55 millones de euros en concepto de indemnización a las familias afectadas.

En 1996, Nigeria sufrió una epidemia de meningitis que terminó con la vida de al menos 11.000 personas. En medio de la crisis humanitaria, Pfizer, famosa por haber inventado la Viagra, envió a un grupo de médicos que colocó su centro de operaciones al lado de un centro médico gestionado por Médicos sin Fronteras, que intentaba detener la tragedia gracias a medicinas cuya fiabilidad estaba demostrada. Los facultativos enviados por la farmacéutica captaron a 200 niños y prometieron a sus familias que los curarían. Once de aquellos niños murieron y muchos más sufrieron efectos secundarios graves, incluidos daños cerebrales. Pese a que la alerta sanitaria persistía, el fracaso de la terapia experimental de Pfizer llevó a la empresa a desmantelar su dispositivo apenas dos semanas después de llegar a la zona sin ofrecer información sobre los experimentos.

En lugar de acabar lo ocurrido en el baúl de los recuerdos, la conciencia de uno de los investigadores que participó en la misión de Pfizer le llevó a denunciar los hechos en su propia empresa mediante una carta dirigida al máximo directivo de la compañía, William Steere. En ella, el médico advertía de lo sucedido y aseguraba que las pruebas realizadas por Pfizer habían "violado normas éticas". Un día después de enviar la carta, el empleado fue despedido, aunque la farmacéutica alegó que la medida no tenía relación con la misiva.

Pfizer siempre ha mantenido que contaba con el permiso de las autoridades sanitarias del país para probar el nuevo medicamento y que recabó el permiso de los padres, algo que ellos niegan. Además, la farmacéutica afirma que sólo seis de los niños murieron tras administrárseles Trovan y que los otros cinco fallecieron tras recibir dosis de Rocephin, un producto certificado.

Nueve años después, la batalla legal iniciada por un grupo de familiares de los niños afectados y conducida por un abogado nigeriano y otro estadounidense podría dar sus frutos. El que pueda llegarse a un acuerdo extrajudicial no evitaría que el caso pueda seguir vivo en Estados Unidos, donde un tribunal de apelación del Estado de Nueva York ha dado vía libre para que el caso pueda ser admitido a trámite en el país donde radica la compañía.

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